El Nobel de paz con Nelson Mandela, habla de los acuerdos en
Sudáfrica.
Frederik de Klerk, el
hombre que hizo posible el milagro de la paz en Sudáfrica, país que vivió la
más brutal guerra por la política del apartheid –implantada por colonizadores
ingleses y holandeses contra minorías negras y mulatas–, vino a Bogotá a dictar
una conferencia que tituló ‘La sociedad civil y el posconflicto’, invitado por
la fundación Saldarriaga-Concha.
De Klerk liberó a
Nelson Mandela, negoció la paz y convocó a elecciones. Las perdió y entregó el
poder. Los dos, De Klerk y Mandela, recibieron por esa conquista el Nobel de
paz.
El expresidente
sudafricano habló con EL TIEMPO y dejó sentencias como estas: “Es tan difícil
convencer a los del mismo bando, como a los del bando contrario”; “Hay que
pensar de manera nueva”; “Es indispensable hacer mutuas concesiones”; “Para
lograr la paz, hay que dar y recibir”; “Hay que dejar de odiar”; “No hay que
olvidar, pero sí perdonar”.
“Por mi experiencia,
puedo afirmar que una vez uno logra dominar y ponerle fin al conflicto violento
permanente, se generan oportunidades y el espacio adecuado para enfrentar la
pobreza, mejorar la educación y atender las necesidades básicas de la gente
–dice De Klerk–. Mientras exista el conflicto, eso es difícil de obtener porque
la energía y los recursos van al conflicto. Desde el punto de vista logístico
también se liberan personas para que puedan atender otros problemas…”
¿En
Sudáfrica fue más fácil lograr la paz, o enfrentar el posconflicto?
Nada fue fácil.
Primero tuvimos que convencer a los nuestros, para que pensaran de manera
diferente, fresca; que adoptaran una actitud que estuviera dispuesta a hacer
concesiones con el fin de lograr un acuerdo.
¿Y cómo lo
logró?
Se dieron cuenta de
que, después de la muerte de miles de personas, sobre todo jóvenes, todavía
seguiríamos sin un ganador y de todas maneras íbamos a tener que negociar. Eso
generó ese espacio para que, a través del dar y recibir, hiciéramos un nuevo
comienzo.
¿En toda
negociación de paz siempre hay lo que usted llama “un nuevo comienzo”?
Sí, una
reestructuración. No necesariamente debe ser un cambio constitucional. Ustedes
tienen una buena Constitución. En nuestro caso era fundamental.
En toda
negociación de paz –en Sudáfrica, América Central o Colombia– son
indispensables las mutuas concesiones?
Creo que en toda
negociación exitosa una parte no va a lograr todo lo que quiere y la otra no se
puede quedar sin recibir nada de lo que quiere, porque, en ese caso, el que
pierde sale y siembra una nueva semilla para otro conflicto. Una negociación
verdaderamente exitosa significa que las partes que negocian reciban lo
suficiente para que satisfagan sus preocupaciones principales a través de unas
concesiones que se puedan trabajar. En el caso de Sudáfrica, yo me ponía en los
zapatos de la otra parte, y el señor Mandela en nuestros zapatos, para
preguntarnos cuáles de las preocupaciones del otro bando eran razonables. A
partir de ese momento se dio lugar a este “dar y recibir”. Yo tenía una lista
de diez cosas que eran inamovibles. Otra lista de diez, de las que debía por lo
menos obtener seis. Y las últimas diez, no tan importantes, tenían fines
estratégicos. Al final logré mis diez principales, y ellos también lograron los
suyos. Así es como funciona una negociación exitosa.
¿A usted qué
lo condujo a negociar la paz?
No podía mantener ese
statu quo que moralmente era injustificable. Además teníamos la presión
internacional y el aislamiento, que crecía, generó un estancamiento económico.
Pero las sanciones retrasaron las reformas porque unieron a todos los blancos
contra la presión de Estados Unidos. (Lea también: 'Las Farc hacen la paz o se formalizan
como bandidos': Villalobos)
Con
semejante escenario, ¿por qué insistió en la búsqueda de la paz?
Porque quería hacer lo
que fuera correcto: era lo mejor para mi pueblo.
Fue muy
difícil convencer a la población blanca de la necesidad de hacer la paz?
Gasté tanto tiempo y
energía en buscar el apoyo de la mayoría de blancos como en la negociación con
la población negra. Lo que me ayudó fue que logré integrar mi primer equipo.
Obtuve que los líderes de mi partido se apropiaran de la idea de la paz.
Entonces, no era yo. Fuimos todos nosotros. Una vez logramos un consenso entre
nosotros, les dije: “Ahora tienen que salir y ejercer el liderazgo con todos
los sectores de la población blanca”. Una vez hecho eso, arrancamos con las
negociaciones. Fue muy difícil. La oposición contra mí de la derecha decía que
yo no tenía un mandato para negociar. Dijeron que yo había perdido la confianza
de la mayoría de los blancos, que debía renunciar y llamar a nuevas elecciones.
Respondí: “No vamos a tener elección. Vamos a tener un referendo. Ustedes ya
saben todo lo que estamos haciendo, saben ya qué acuerdos logramos, saben cuál
es la meta final. Ahora deben votar sí o no, para seguir adelante con esto o
detenernos. Hubo el referendo. El 69,9 por ciento de los blancos voto el sí.
¿Cómo lo
logró?
Ese fue uno de los
hitos en mi carrera política. Prometí que si no lográbamos que los negros
aceptaran los diez puntos que exigíamos, no habría más negociación.
Logró la
aprobación. Pero hubo un sector blanco que lo atacó.
Así es. A los blancos
que aún hoy en día me critican, que me dicen que yo cedí demasiado –muchos
negros también critican a Mandela y dicen que él cedió demasiado–, a ellos yo
les digo que miren la Sudáfrica de hoy y que se imaginen cómo estaría hoy en
día si no hubiéramos hecho lo que hicimos.
¿En la
negociación hubo concesiones de parte y parte?
Sí. Una negociación
exitosa significa hacer concesiones y que una buena mayoría de la población
apoye el resultado final. Pero hay que ceder de parte y parte.
¿Hay que
perdonar o hay que olvidar?
No olvidar pero sí
perdonar. Hay que buscar un equilibrio, hay que dejar de odiar, hay que también
buscar restitución. El perdón significa también ceder ante la retribución.
También se debe llegar a un acuerdo sobre el pasado.
¿Qué fue lo
que lo condujo, después de ser jefe de Estado, a aceptar ser vicepresidente de
Nelson Mandela?
Nosotros insistíamos
en que debía, por lo menos durante un tiempo, haber un gobierno de unidad
nacional. Incluso si uno de los partidos obtenía más del 50 por ciento, debía
haber unión nacional por cinco años. Y la segunda razón, porque era necesario.
Yo sabía que la ANC (African National Congress, el partido de Nelson Mandela)
iba a ganar las elecciones, pero no tenía ninguna experiencia de gobierno. Ellos
necesitaban tiempo para adaptarse y para ser entrenados, capacitados. El
acuerdo era que habría un presidente, el que ganara, y un vicepresidente, del
segundo partido más grande, y ese era mi partido. Eso funcionó muy bien los
primeros dos años, porque se dieron cuenta de que debían aprender a gobernar:
qué es y qué hace el poder ejecutivo; cómo funciona el legislativo; cómo se
hace un presupuesto, etc. Tenían que aprender todo eso.
¿Y qué hizo
fracasar esta unión nacional?
Después de dos años
empezaron a decir que ellos ya habían aprendido lo suficiente y que querían un
líder de la oposición. Me dijeron: “Si usted está con el gobierno, usted debe
actuar como una unidad nacional afuera y ser parte de lo que nosotros
decidimos”. Yo rechacé la posición y me fui de la vicepresidencia. Saqué a mi
partido del gobierno.
¿Y,
ciertamente, ya sabían gobernar?
Fue muy interesante el
hecho que le voy a contar: Mandela nunca presidió el gabinete. Asistía a todas
las reuniones, pero no obstante ser el presidente, no presidía. Thabo Mbeki era
el otro vicepresidente, y yo era el presidente del gabinete. Nunca lo fue
Mandela. Creo que Sudáfrica necesitaba un tiempo más largo de este proceso.
Confieso que fue una de mis fallas en la negociaciones: necesitábamos más consenso,
buscar siempre un acuerdo y no imponer la voluntad de la mayoría.
Cuando usted
llegó al poder, Mandela llevaba más de 25 años en la cárcel. ¿Qué lo condujo a
liberarlo?
Como abogado, primero que todo,
era una cuestión de justicia. Aún teníamos la pena capital en Sudáfrica.
Mandela no fue condenado a muerte pero sí a prisión perpetua. En Sudáfrica esa
pena es de 25 años. Y Mandela ya llevaba 27 en la cárcel. Ya había cumplido su
sentencia. Esa fue una motivación. La otra es que, durante los últimos años que
él estuvo en la cárcel, hubo muchas charlas con él, se hablaba con él.Yo no,
pero sí dirigentes blancos. Le hablaban de la posibilidad de negociar y de
eventuales conversaciones con él.
¿Cuál era,
entonces, la actitud de Mandela?
Él me decía: “No puedo
hablarle a menos que tenga un mandato de la ANC”. Pero sus dirigentes estaban
en el exilio. Él les escribió preguntándoles si, de pronto, tenía derecho a
hablar acerca de una posibilidad futura de negociar. El partido le dijo que sí.
Me di cuenta de que Mandela estaba listo para las negociaciones, pero entendí
que no iban a ser posibles si estaba en la cárcel. Él y todos estos líderes
importantes de la ANC tenían que ser liberados. En septiembre del 89, en seis
semanas, liberé a cuatro líderes importantes de la ANC, incluido Mbeki. Eso fue
una especie de ensayo inicial para saber qué iba a suceder. El 2 de febrero de
1990 anuncié la liberación de todos los prisioneros políticos, no solo Mandela,
todos los presos. Mandela estaba en los ojos del mundo y, ante el planeta, lo
que importó es que había ordenado la liberación de Mandela.
¿Qué los
ayudó a lograr una solución negociada?
Incluir a todos los
partidos y grupos sociales, convencer al país de que nuestros problemas podrían
resolverse solo a través de la negociación. A veces hay que aceptar dolorosos
compromisos para buscar una verdadera reconciliación y garantizar los derechos
y la seguridad de todas las personas.
La
desigualdad es sin duda uno de los generadores de insurrección. ¿Cómo la
solucionó?
Una de las principales
causas de la desigualdad es el fracaso de nuestro sistema educativo. 60% de los
niños en edad escolar abandonan la escuela de manera prematura. Solo 13% de los
egresados de las escuelas salió del sistema educativo con calificaciones razonables.
¿Con la
firma de los acuerdos de paz lograron realmente la paz?
No. Poner fin al
conflicto siempre es solo el primer paso. Es de crucial importancia para las
sociedades posconflicto la manera como se ocupan de su pasado dividido. Repito
lo que dijo el periodista y escritor británico George Orwell: “Quien controla
el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”.
YAMID
AMAT
Especial para EL
TIEMPO
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